La cerveza artesanal gana terreno en México, compitiendo con la arraigada tradición de las cervezas industriales. Sin embargo, sigue enfrentando ciertos conflictos.
A diferencia de otras bebidas alcohólicas, la cerveza resulta ser más democrática y sencilla. No esconde vanidades ni elitismo. De verdad, ¿Alguien puede negarse a una cheve?
Sin embargo, con el creciente éxito de la cerveza artesanal, muchas personas piensan que la bebida está siguiendo los pasos del vino y se está volviendo elitista y compleja. Es comprensible, las artesanales son más costosas, más delicadas y más variadas que las industriales —además de que algunas saben mucho mejor—; pero la verdad es que, al contrario, que cada vez haya más cervezas independientes nacionales es una buena noticia.
Lo malo es que ser un cervecero artesanal en México no es nada fácil.
Cada vez que destapo una cerveza artesanal o de producción independiente me pregunto: ¿El precio es justo? ¿Es negocio para la cervecería? ¿Sabrá igual que la vez anterior? ¿Cómo le harán para sobrevivir a la competencia industrial?
La escena cervecera artesanal en México está experimentando lo que los Estados Unidos y el Reino Unido pasaron hace treinta años y lo que los españoles y peruanos tuvieron hace apenas unos cuantos, pero los cerveceros han trabajado mucho para lograr este crecimiento. En el norte de México, por ejemplo, la cerveza artesanal está en su máximo fulgor. Nuevo León es el estado que más cerveza consume en el país. Un regio, en promedio, consume 75 litros de cerveza al año, mientras que la media nacional está en los 65 litros. O sea, los regios toman un chingo; aunque las artesanales siguen representando apenas el .001 por ciento del mercado. Y ante este panorama, hay quienes piensan que la microcervecería es una moda hipster; pero los expertos lo desmienten tajantemente: “Es un movimiento nuevo que está creciendo, somos la nueva industria del país”.
México es conocido por tener dos cerveceras industriales con ventas multimillonarias, como son Cuauhtémoc Moctezuma y Grupo Modelo (hoy las dos ya no son mexicanas, son de capital extranjero), en los últimos años el pastel se ha repartido entre las artesanales mexicanas, principalmente en estados como Baja California, Jalisco, Estado de México, Ciudad de México, Puebla, San Luis Potosí y Nuevo León —ha cuadruplicado su presencia artesanal en los últimos 4 años—. En el 2012 había 6 cerveceras formales, y para finales del 2015 la cifra aumentó a 26, más otras 6 que sólo hacen pequeños lotes para festivales locales. También ha habido cierres, claro, pero los menos.
Propaganda Brewing es una de las cerveceras más fuertes, que obedece a estilos americanos. Su cerveza de batalla es la American Pale Ale (APA) y otra que gusta mucho por su ligereza y su frescura es la Hipster Joe, que es una cerveza de trigo americana; su autor dice que que “es fácil de tomar y es pa’l diario”. También destaca la cervecería Albur, basada en la picardía mexicana (las Mano Pachona, Manota Pachona, Techo Blanco son las más ricas en amargor, aunque también con una inclinación hacia estilos americanos). Bocanegra, por su parte, se distingue con sus dos etiquetas: Pilsner y Dunkel Weizen en estilos europeos; y Finísima, que con su estilo Belgian Golden Ale de aroma especiado y un dejo dulce, ha enamorado a muchas bebedoras.
Y la lista sigue… Bracino, Ocho Reales, Obelísco, Cábula, Cervecería Duarte, Pata de Perro, De Montemayor, Palo Blanco, Movimiento Cervecero, Beer Solo…
El movimiento apenas comienza, se augura entre el mismo ambiente cervecero que seguirá creciendo, y que para este 2016 se abrirán de 5 a 6 cervecerías. Éste furor es palpable en el grupo de Facebook Regios Maltosos, que en sus inicios en el 2011 eran tan sólo 20 miembros, hoy ya son más de mil. En el grupo hay reglas: no anuncios, no publicidad ajena a la cerveza y mostrar siempre respeto; y el que no cumpla con alguno de los criterios será eliminado del grupo. El grupo fue fundado por José Luis Calderoni, maestro cervecero de Propaganda Brwewing, y actualmente es lidereado por Jaime Luis Cantú.
“Yo creo que es una obligación de cierta manera estar aquí, nos puede afectar mucho el arraigo tan fuerte hacia marcas muy establecidas, pero creo que el buen trabajo que han hecho los que empezaron este movimiento, sin duda es algo que ya no es una moda, ni un fenómeno. Es algo que está para quedarse”, me cuenta Sergio Elías Gutiérrez, socio y fundador de la cerveza Bocanegra.
El arraigo cultural hacia las marcas industriales es quizá uno de los inconvenientes a sortear de los cerveceros artesanales, pues un domingo de carne asada y futbol el regio no perdona sus caguamas de Carta Blanca, o bien un six de Tecate Light.
“El regio no se abre mucho a experimentar cosas nuevas, es raro que experimente; pero las nuevas generaciones no son así”, comenta José Luis Calderoni, quién encaminó la segunda revolución de la cerveza artesanal de Monterrey a finales del 2011 —en 1998 salió a la venta la primera de nombre Casta, hoy extinta—.
Otra inquietud del consumidor es el precio de una cerveza artesanal. ¿Es cara?
La respuesta parece complicada, pero es sencilla: el artesanal busca calidad y consistencia, no puede permitirse un descuido; hacerlo sería fatal. Así que, recurren a lúpulos, maltas y levaduras de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania y Nueva Zelanda; pues consideran que la local no cumple al máximo sus niveles de exigencia; dicen que la cebada mexicana está muy por debajo de los estándares de calidad requerida para una cerveza artesanal, y además el país no produce lúpulos por la altitud; pues el lúpulo sólo crece entre las latitudes 35 y 55 grados —México se ubica en los 19 grados—.
Sumado a esto, el impuesto es otro factor desequilibrante. El artesanal paga 26.5 por ciento de IEPS (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) y el 16 por ciento de IVA (Impuesto al Valor Agregado); entonces una cerveza de 45 pesos, aproximadamente 22 pesos son para el gobierno. Por su parte las industriales pagan los mismos impuestos, sólo que sus gastos no representan mucho, pues sus compras son a gran escala y a precios menores a diferencia de una artesanal que invierte en materia prima extranjera y compra a menor escala.
Entonces, ¿es negocio hacer cerveza artesanal?
“Es un negocio a mediano o largo plazo. No salen cientos de miles de pesos de utilidad, pero ahí vamos, no se le ha inyectado nada, se ha estado manteniendo sola”, asegura Víctor Soto, maestro cervecero de Albur, quienes ya planean una expansión para triplicar su producción. La escena local se respira tranquila. Los cerveceros se apoyan; van juntos a eventos y se reúnen una vez al mes para convivir y chelear. Esa camaradería se traduce al éxito de eventos como los Local Craft Beer Monterrey (se realizan cada 15 días) y El Festival de la Cerveza Monterrey (se realiza cada año).
Alberto Herrera, organizador del Festival de la Cerveza Monterrey, dice que la Ciudad atraviesa por el mejor momento de aceptación. “La gente que prueba cerveza artesanal regresa”, dice y lo sustenta con las cifras de los asistentes a los festivales. La primera edición (2014) fueron 13 mil y para la de este año (qué se realizará en Mayo) prevé 20 mil.
Y sí, la cerveza artesanal ya es una industria en Monterrey y en el país. Y es que, la proliferación de bares, pubs, tabernas, tiendas especializadas, de materias primas y distribuidores, sustentan este mercado que cada día crece más. Además, poco a poco, se palpa el interés y el gusto entre los consumidores; pues ya comienzan a solicitarla en los restaurantes. Quizás este evidente éxito logre que algún día el sistema fiscal ayude a los cerveceros artesanales y reduzcan los ridículos impuestos que hoy tienen que pagar.
Tal vez entonces será un negocio próspero. Mientras tanto beberé una cheve regia a la salud de los cerveceros que lograron una industria tan prometedora.
Fuente: https://munchies.vice.com/es/article/vvq839/por-que-las-cervezas-artesanales-mexicanas-son-caras